Convocatoria de huelga en la educación el 26 de octubre. Demasiada política, menos educación

24 Octubre

24 Octubre 2016 por FEUSO | Actualidad

La última semana de octubre concentra todos los eventos oficiales para la nueva sesión de investidura y, en su caso, la elección de presidente del Gobierno. Coincidiendo con estas fechas de tanta actualidad política, se produce el apoyo de la Plataforma por la Escuela Pública a la huelga el próximo 26 de octubre convocada por el Sindicato de Estudiantes y la CEAPA contra las reválidas.

¿Quiénes son los integrantes de esta “plataforma”? Coinciden con las conocidas siglas de la izquierda educativa (CCOO, STES, UGT, CGT, CEAPA, Sindicato de Estudiantes, etc.). Atención a la denominación-objetivo de la plataforma “por la escuela pública”, porque lleva a engaño fácilmente. Estas organizaciones actúan sólo en defensa de su modelo de escuela pública, que ahora está en una posición dominante, pero que no olvidemos, es un modelo particular de entender la educación de titularidad pública, tan legítimo como puede ser cualquier otro, y que lo imponen desde hace muchos años en régimen de monopolio con guante de hierro, no ya mal atribuyéndose la exclusividad en la defensa de la escuela pública, sino la cuasi propiedad de la escuela pública, gobernada hoy por su modelo ideológico en todos sus variados aspectos, desde los pedagógicos a los organizativos y laborales.

            Por ello, no es una sorpresa que, una vez más, sean esas razones fundamentalmente ideológicas las que den soporte a las protestas para la retirada de las pruebas externas de evaluación en ESO y Bachillerato, denominadas malintencionadamente reválidas, porque según sus detractores, atentan contra la educación integral y la evaluación continua realizada a lo largo de la etapa.

Se echa en falta como ya es costumbre, que primen en el debate de estos temas los argumentos académicos y pedagógicos desde una reflexión más sosegada y más técnica, no envenenada por el debate identitario izquierda-derecha y como siempre, de fondo, el pulso por alcanzar el poder desde la hegemonía cultural y la resonancia pública o el grito de la calle. Porque lo que está en juego no es la lucha por la equidad social en la escuela, o una determinada concepción de la escuela como herramienta para una transformación social también muy determinada, sino el papel protagonista que la educación debe tener en la igualdad de oportunidades y en la posibilidad de obtener gratuitamente una buena preparación, sólida y rigurosa de nuestros jóvenes, y particularmente de quienes proceden de las capas sociales más desfavorecidas. Poner una formación de calidad al alcance de todos, con los medios que sean necesarios, es en mi opinión el verdadero objetivo de una escuela pública. No que apruebe como sea la mayoría, que aprendan lo que pueda cada uno y que todo el conocimiento alcanzado por el alumnado cuente lo mismo a la hora de alcanzar los títulos, a todas luces desvirtuados y devaluados, como son el del actual Graduado en Enseñanza Secundaria Obligatoria y Bachillerato.

¿Por qué si no ese temor a saber lo que se sabe realmente? ¿Por qué ese pánico a fijar conocimientos mínimos –y muy mínimos, dicho sea de paso-, para obtener una cualificación como la que da un título? ¿Por qué se consiente con ser tan laxos en la actual evaluación académica y, sin embargo, se es tan riguroso y exigente, por ejemplo, al considerar el rendimiento deportivo donde las marcas y los goles son omnipresentes, o para permitir que alguien despegue un avión con 250 pasajeros a bordo? ¿No tienen el mismo fundamento? ¿Cualificar para actuar? ¿Aprender para saber? Coincido plenamente con Gregorio Luri cuando afirma en una reciente entrevista[if !supportFootnotes][1][endif] que “no existe el aprendizaje fácil de cuestiones complejas por una sencilla razón: la cultura es siempre elitista. Quien no entienda la diferencia entre las obras completas de Georgie Dann y un cuarteto de cuerda de Beethoven, no puede llamarse culto. Esto ha sido siempre así, pero hoy lo es aún más, porque las diferencias entre los intereses espontáneos de un niño y las demandas de conocimiento de la vida adulta son cada vez mayores”.

Podemos discutir si la actual LOMCE es una chapuza legislativa. Podemos y debemos volver a discutir sobre si hay que cambiar urgentemente elementos como la eficacia y la validez de las pruebas externas de evaluación, o su actual diseño, deficiente en mi opinión. Si hacen falta dos títulos estancos de Enseñanza Secundaria, uno válido sólo para el Bachillerato y otro para la Formación Profesional. O qué hacemos con los alumnos que no consiguen titular… Pero por favor, y con todo respeto, no sobre si son un nefasto instrumento diseñado para dejar fuera de las aulas a la mayoría del alumnado, o que deslegitiman al docente, o que estas pruebas pueden tirar a la basura el trabajo de un mínimo de 13 años para el título de la ESO y de 15 para el de Bachillerato como expresan los padres convocantes de la huelga del 26-O.

            Hay otras formas de concebir la escuela pública en nuestro país, repito, hay vida fuera de los posicionamientos progresistas, otros actores que, ninguneados, o acomplejados y acobardados por la agresividad de los ultras que defienden con uñas y dientes “su escuela pública” y sus dogmas políticos, permanecen encogidos en los centros, y en las salas de profesores ante el discurso único que agobia y asfixia una pluralidad, por definición, tan necesaria en las escuelas estatales. Hay más colores en las camisetas de los claustros además del verde. Muchos más. Pero por desgracia, se sigue vendiendo como “discurso único” en nuestra escuela pública la aburrida letanía de “eslogan” asamblearios y facilones en un espacio, el educativo, que se merece otro nivel intelectual en la aportación de los argumentos, otro tono en la exposición de las ideas y otros valores más sosegados, constructivos y colaborativos en las organizaciones educativas para hacer lo que tienen que hacer, que es contribuir a facilitar la práctica de una tarea tan vocacionada como es la docencia, y con una materia tan esencial y elegante como es el conocimiento, el saber y el futuro de nuestros jóvenes.

 

Antonio Amate

Secretario General

Federación de Enseñanza de USO.-

 

El Mundo. 13 de septiembre del 2015. http://www.elmundo.es/cronica/2015/09/13/55f41a01268e3e1f658b457b.html

 

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